sábado, 26 de marzo de 2011

A FELIX CON AMOR

Cuando un amigo se va, queda un crisol encendido , que no se puede apagar ni con la aguas de un río.......................

( ALBERTO CORTEZ)


Madrid, 25 de marzo 2011, has sido testigo de ver apagarse un astro que brillaba con luz propia, que afortunada has sido Madrid!!! pudiste despedirte de él cuando llego la hora, la vida decidió que yo no tuviera esa suerte. Pero me siento afortunada de sentir este dolor que me oprime el alma , porque un pedacito de mi corazón guardara siempre al amigo que ha partido.

Gracias querido Felix, por todas esas horas de charlas llenas de risas, tristezas, reflexiones y cariño, gracias por ese inmenso abrazo que pudimos darnos por fin frente a frente y que me llevo guardado para usarlo cuando me hagas mucha falta y no pueda pedirlo.

Y sobre todo gracias por ayudarme a confirmarle al mundo que el estar alejados no disminuye ni el amor por los amigos, mucho menos el dolor cuando algo así pasa y sientes estas ganas de llorar hasta que se calme el alma, lágrimas que sirven para recordarnos lo importante que es decir te quiero cuando se siente y abrazar a los amigos en el corazón , donde quiera que estén . Un monitor puede ser tan calido como cualquier buen café compartido, cuando se trata de un amigo.

Descansa en paz , fue un placer haberte conocido, donde sea que te encuentres y como decías tu en cada despedida......................................

¡¡¡¡¡¡CANGREJO RECIBE UN PEDAZO DE BESO TAN FUERTE QUE SE TE VOLTEEN LOS CALCETINES !!!!!!!!!!!!!

miércoles, 2 de marzo de 2011

REPARTIENDO CULPAS



Nos pasamos la vida repartiendo culpas que son solo nuestras, pero es que casi siempre es tan difícil admitir que somos los únicos responsables de todo, aun de lo bueno, ya que nos da por llamarlo suerte.

Olvidamos que somos los arquitectos de nuestro propio destino y los mentores de nuestros ideales. Es verdad, es mucho más fácil decir que la culpa de nuestros pesares las tiene el mundo, hay tanto y a tantos a quienes podemos culpar, que nos perdemos en un mundo de inocencia, en un convencernos que nosotros nada tenemos que ver con lo que nos va tocando vivir, mártires incansables, resignados a redimir las culpas del mundo que nos rodea.


Comemos incontrolablemente echándole la culpa a la ansiedad, temible sensación que es ocasionada según nuestra negada sabiduría por no sé cuantos problemas que nos va dejando la vida. Si estamos solos comemos, si nos acompañan comemos más aun por no saber porque nos acompañan, si subimos de peso, la culpa no es nuestro amor a la comida, a no saber tener la boca cerrada, es culpa del estrés postraumático que nos dejo, vete tú a saber qué tristeza escondida.


Si fumas como ferrocarril, o bebemos como naufrago, la culpa es de los nervios, o decimos que lo heredamos y nos inventamos no se cual síndrome prenatal, sin querer reconocer nuestra debilidad ante los vicios y nuestra absoluta falta de fuerza DE VOLUNDTAD.

Si nos echan del trabajo solamente recordamos lo mal que le caemos al jefe porque soy bonita y buena y el no conoce esas palabras, sin tomar en cuenta que hemos llegado a tiempo a trabajar menos veces de las que nos pagan que es 2 veces al mes. Que no tenemos idea de lo que es profesionalismo y que trabajamos en el ahí se va como si en ello nos fuera la vida.


Si hemos reprobado o suspendido las materias, no es porque hemos estudiado solo mientras dormíamos con el libro bajo el brazo, creyendonos esos de la osmosis, sino porque el maestro nos la tiene jurada, porque esta tan frustrado de dedicarse solo a enseñar que la coge con los mas débiles y les clava el diente, porque su satisfacción es ponerte un 0 donde, según nuestro criterio, debería ser una calificación, medida con la misma intensidad en la que nos queremos y resulta que en épocas de exámenes nos adoramos.


Somos dueños de nuestro destino y lo malversamos y lo malgastamos culpando a la vida por ello, haciendo responsable a las circunstancias y el sacrificarnos por los demás. Sin reconocer que los que nos faltan no es maldad para seguir empujando a quien se apareció, sino valentía y decisión para corregir caminos tomados con ligereza o los errores de vida cometidos hace tanto tiempo que ya no recordamos porque los hicimos, solo vivimos las consecuencias.

Somos esclavos de nuestras palabras y nuestro pensamiento, olvidando momentáneamente que todo lo salido de nuestra boca llevara una consecuencia y culpando a la demencia por ello cuando hay que rendir cuentas. Escudándonos en trastornos de humor, en desconocimiento o hasta en la menopausia si ello fuera preciso, pero jamás reconocemos que es verdad lo que dijimos, lo sentimos, y disfrutamos escupiendolo.


Es tan fácil dejarse llevar por la repartición de culpas, si yo tardo en venir a escribir culpo a la vida a los quehaceres cotidianos a los estados de ánimos, no soy capaz de reconocer que no he tenido inspiración en varios días o que es tanta la que tengo, a veces, que se agolpa en mi mente y mis dedos no logran descifrarla


Es más fácil culpar a los miedos que a nuestra falta de decisión, culpar a la vida que culparnos a nosotros mismos y a nuestro miedo a vivir.


Lo triste es que en este ir y venir de reparticiones de culpas nos olvidamos que al repartirlas tendremos que endilgarle a otros nuestros logros y milagros, tendremos que darle gracias al destino o a la vida por lo que nuestro propio merito y ahincó han logrado, perdido así el delicioso placer del que ha triunfado.
Creo que bien vale la pena asumir nuestras culpas y no repartir nuestros errores, a cambio recibiremos las mieles de los triunfos y la satisfacción de habernos caído y volver a levantarnos, los errores son solo experiencia de vida, las decisiones equivocadas siempre pueden enmendarse. Lo que es completamente imposible, es querer vivir una vida recargada en el hombro del que posee una sombra mas protectora, deberemos acostumbrarnos al reflejo de nuestra propia sombra y nunca más buscar villanos para nuestras amargas historias.

Levantemos la cara y digámonos orgullosamente que hemos metido la pata, pero sintámonos animosos sabiendo que podemos enmendar todo cuanto hayamos hecho, nada es definitivo en este inverosímil mundo y nada es completo hasta que no nos hayamos muerto. Todos los días podemos revisar nuestras acciones y palabras y cambiarlas si queremos, o si acaso ya no hay vuelta atrás siempre encontramos la manera del salir del atolladero, el ser humano es experto en estas lides del vivir, es cosa de solo atrevernos, ser valientes y sonreír.
Mis culpas son mias y en esta época de crisis no se desprende uno de nada, ni de las metidas de pata, jajajajajajajaj